EL IDEAL EN LA PROPIA EVOLUCIÓN
©GIUSEPPE
ISGRÓ C.
Puerto La
Cruz, 30-10-1969
…El hombre sin un ideal,
es como la tierra sin sol,
como la flor sin fruto,….
de su letargo debe despertar,
para vivir plenamente-.
La humanidad, hoy como nunca,
vive momentos de incertidumbre, de miras equívocas hacia un futuro que precisa
exactas definiciones, para imprimirle un sentido cierto al destino humano.
Los pseudo
líderes, en su ambición, arrastran tras de sí a los que viviendo aprisa, por
las condiciones del medio de vida presente, no se percatan de que viven y de
que son envueltos por los ríos turbulentos de las bajas pasiones y negativismos
psicológicos, pasándole desapercibida la existencia del disfrute de un
bienestar equilibrado y de una propia evolución controlada. Para esto, como
condición fundamental exigida por la naturaleza humana, se requiere la libre
manifestación de la conciencia interna del hombre y la formación de un ideal,
un ideal común de Amor, trabajo y estudios en las múltiples ramificaciones de
la naturaleza y sus manifestaciones en la vida.
Vivir para
un ideal es percatarse de las realidades existenciales y constituirse en el
guía y paladín de la propia razón y conciencia. En tal virtud, si se alcanza
una conciencia plena para la formación de un ideal definido, las fuerzas
naturales que gobiernan al ser vendrán en su ayuda creando la condición
favorable al fin propuesto.
-“La
humanidad, -dice José Ingenieros- necesita fe, pero una fe puesta en el futuro,
que no le sirva de consuelo sino de esperanza, que le impulse a luchar
activamente contra las causas del mal, que sea fuerza renovadora y no regresiva
pasividad”. La fe, para el ser progresista, e idealista, debe significar el
conocimiento de las propias fuerzas y facultades, y a la vez, la confianza
en el éxito del ideal concebido. A esto, nos completa Joaquín Trincado:
-“Sólo las obras hacen fe”; por lo cual se hace obvia la necesidad de ser
activosy llevar todo a la práctica y a la experimentación para obtener la
convicción de lo que se postula. Resumiendo lo anterior, diremos: Sólo la
convicción de un ideal permitirá a un individuo desarrollar actividades que
aporten valores en pro de la propia evolución y de la colectividad en que vive.
Sólo de esta
manera podrá justificarse delante de la existencia que de él espera el
equilibrio de la evolución.
Todo
individuo vive de acuerdo a ideas concebidas; en sus actos antepone
justificaciones de índole diversas, lo cual demuestra que vive sujeto a
creencias que determinan el cauce de su existencia. Las funciones desempeñadas
los son por impulsos espontáneos de fuerzas manifiestas de “algo” interno del
individuo, a cuya fuente se le denomina conciencia. Si estas fuerzas internas
son dirigidas, el ser se torna en auto-dirigente del destino de su existencia.
A estas alturas caben las preguntas: 1) Es abstracto e indefinido el destino de
cada ser? 2) ¿Es posible gobernarlo? A lo cual podemos contestar que, el
destino de todo ser presenta una fase indefinida pero no abstracta, por cuanto
se manifiesta gradualmente en el transcurso de la existencia, e inclusive, por
una guía interna que refleja las propias tendencias y facultades, se puede
determinar el curso a seguir en la vida, por lo cual asentamos: Sí es posible
dirigir el gobierno del propio destino. ¿Cómo? Encauzando las propias fuerzas a
una meta prefijada por medio de la potencia del ideal manifiesto en la
conciencia –intuitiva- de todo individuo.
El ideal
máximo que el ser puede forjarse en la vida, es el conocimiento de la misma y
de las leyes que les rigen.
Quilón, el Lacedemonio, en la antigua Grecia, lo reveló cuando dije: -“Hombre,
conócete a ti mismo, que el estudio propio del hombre no es conocer a Dios,
sino conocerse a sí mismo”-. Denota, indudablemente, sabiduría inmensa este
eterno pensamiento de Quilón. Pero, a pesar de haber pasado tantos siglos desde
que él lo inscribiera en el portal del Templo de Apolo, en Delfos, -¿cuántos se
conocen a sí mismos? -¿Cuántos pueden regular sus propias vidas? Solamente
aquellos que se han forjado el ideal de la propia evolución.
En el
Universo, toda partícula de materia, molécula, átomo, electrón, etc., actúa en
el centro y punto de equilibrio que lo determinan las propias fuerzas
(vibraciones emitidas por el espíritu elemental de cada elemento o sustancia)
y, en ese centro, está en continúo movimiento, por cuanto todo cuanto existe,
es debido a un desplazamiento continuo de vibraciones, en cuyo centro se
activan en evolución perenne. De ahí la armonía en las funciones de la
naturaleza. De igual manera, el ser humano, Microcosmos o Universo en
miniatura, tiene su propio centro y funciones específicas a las fuerzas y
facultades correspondientes al estado alcanzado en su escala evolutiva. Este mecanismo es regido por la ley de
Afinidad con la cooperación de las leyes de justicia, igualdad y compensación,
que ubica y reubica a cada ser de acuerdo a la propia suma existencial,
progreso evolutivo y estado de conciencia alcanzados en un momento dado. Este
proceso se encuentra en constante transformación de acuerdo a cada pensamiento
sostenido en la pantalla mental y a la respectiva acción ejecutada.
El
conocimiento de las propias facultades involucra dominio de sí mismo y el
perfeccionamiento continuo del ideal concebido. José Ingenieros, nos vuelve a
ocupar, cuando dice: -“En todo lo que existe actúan las fuerzas de perfección.
Amar la perfección implica vivir en un plano superior a la realidad inmediata”
En efecto,
el ideal de perfección determina la inexistencia de estancamiento y la
generación de las fuerzas morales, impulsando a la vez la evolución humana a un
plano superior, cuya esencia constituye la razón por la cual existimos.
Se admira a
los grandes hombres –y a las grandes mujeres- que en la historia de la
humanidad han dejado páginas de heroísmo y valor, por cuyo continuo sacrificio
ha sido posible el progreso de los pueblos; sus luchas ante los intereses
creados les ha valido, muchas veces, pagar un costo muy elevado en su
integridad física, empero, ningún temor fue suficiente para frenar la fuerza de
sus ideales renovadores y en todas las épocas en que han vivido han dejado
establecido siempre un nuevo avance en la escala evolutiva humana.
La
culminación de los grandes ideales, concebidos y llevados a la cumbre del éxito
por hombres y mujeres insignes, ha sido siempre el estímulo orientador en el
logro de los propios ideales. El ser humano, con sus fuerzas creativas,
transforma todo cuanto existe. Visualiza y materializa los matices que harán
más expresiva su obra en belleza y sublimidad y es que él, cada vez que crea
nuevas formas en la naturaleza, es porque ya alcanzó antes ese estado de
realización, cuyo progreso conquistado se reconoce por la magnitud de las obras
realizadas; las cuales desarrolla por su misión implícita de evolución, de cuya
semilla germinante dotó el Creador en el principio inmemorable, cuya escala
evolutiva en la naturaleza toda la observamos. En ella, el ser humano asciende
la propia, cuyas etapas supera sólo por la fuerza generadora de los distintos
ideales que en forma periódica se manifiestan en la conciencia como deseos e
inquietudes cuyos impulsos le llevan a la realización de el ideal en la
propia evolución.
EVOLUCIÓN
Sumido
en la percepción de un ideal
el ser
avanza en su destino;
con su
fuerza doblega
las trabas
que a su paso se interponen
dándole a
todo lo que existe
la expresión
que en su mente visualizada
refleja la
condición de su existencia.
Es el hombre
un ser
de
naturaleza en constante transformar,
en su
condición de rudimentaria vida
aparente
valor no tiene,
pero tampoco
diamante alguno
refleja
valor en estado bruto,
pero al
pulimentar su concha
exterioriza
valor inmenso
que a todos
cautiva.
En idénticas
condiciones
el ser en su
evolución
pulimenta
las capas que su luz opaca,
trasluciendo
la grandeza
de la ya
alcanzada evolución.
En continuas
y activas luchas
el ser
evoluciona
y de saber
nuevos horizontes alcanza,
que esa
visión les dan del más allá.
Es ley,
pues, y en la esencia de la vida
el ser se
renueva;
la
naturaleza cual madre bondadosa
en su seno le
acoge y alimenta,
y en ella
desarrolla
condición de
creador de formas.
Concibe los
ideales que realizarlos
constitúyesele
en fin de la existencia
y en ésta
visualiza los matices
que harán
más expresiva
su obra de
evolución.
Publicado en el Diario La Prensa,
el 30 de octubre de 1969.
Puerto La Cruz, Venezuela.
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