LOS GRADOS DE LA RIQUEZA
©GIUSEPPE ISGRÓ C.
Decía Paramahansa Yogananda: -“Aquél que busca a
Dios es el más sabio de los hombres; quien Le ha encontrado es el más exitoso
entre todos”-.
La riqueza mayor, es la de encontrar a Dios en
todo y convertirle en norte de la propia existencia. Dentro y fuera de sí, todo
está regido por la ley cósmica. Esta es una emanación de la sabiduría de los
valores universales, o atributos divinos.
Encontrarle fuera, en todo lo que existe, es
percibirle como armonía universal, regido por un propósito evolutivo, de etapa
en etapa, que le otorga sentido a la propia existencia, al ubicarse en el
engranaje cósmico como elemento coadyuvador del plan divino de la Creación.
La naturaleza es un libro abierto, en el que
todo está trazado con el pincel divino. Es preciso aprender el lenguaje cósmico
de los sentimientos de los valores universales. Los valores constituyen el
abecedario cósmico. El lenguaje lo conforman los sentimientos que corresponden
a cada valor, en su doble polaridad: positiva-negativa. Las obras que utilizan
los valores como abecedario y los sentimientos como lenguaje, perduran en el
espacio y en el tiempo, labrando los propios estados de conciencia, por la que
percibimos la realidad universal. La de antes, la de ahora y la que sigue, por
medio de las tendencias y de las inquietudes según los tiempos, en el ahora,
siempre.
Detrás de todo este proceso, se encuentra el
motor universal: Dios. Él es la fuente, el maestro y la voluntad ejecutora. Se
expresa por medio de cada ser en los cuatros reinos naturales: el humano, el
animal, el vegetal y el mineral.
Él, el Creador Universal, es anhelo de ser; todo
lo que existe, en los cuatro reinos, es la expresión de su voluntad. Es preciso
colocarse, dócilmente, bajo la guía divina, percibiendo la inspiración sublime
del plan de la creación. Asumiendo la decisión de secundar al Creador Universal
en la Gran ObraCósmica, de acuerdo al respectivo grado de conciencia, se activa
la FUERZA FUNDAMENTAL, que aporta la potencia necesaria y oportuna para llevar
a cabo la acción constructora-creadora de la mente.
Las necesidades que se perciben, y se afrontan
con decisión y confianza, generan la potencia creadora equivalente para su
propia satisfacción. Dios es la voluntad universal que se expresa en todo acto
creador mediante la fuerza de empuje, y la de bloqueo, para estar a tiempo en
el lugar correcto, haciendo la cosa adecuada al plan divino. El director de
orquesta es Dios. El instrumento: cada ser.
Al encontrar a Dios en todo, en la vida del día
a día, y ponerse bajo su dirección divina para la ejecución de la cuota de la
gran obra asumida como objetivo existencial, se habrá encontrado la fuente de
la riqueza mayor: EL SALARIO CÓSMICO. Haz la cosa y tendrás el poder. Presta el
servicio que resuelva las situaciones antepuestas a tu atención, afrontando las
aparentes adversidades de la vida, y aprovecharás la riqueza mayor que Dios te
brinda, día a día.
Descubre la riqueza mayor en las adversidades
existenciales: en realidad, son las grandes oportunidades que la vida te
brinda, disfrazadas como problemas por resolver, que alguien debe asumir: ese
alguien eres tú. Ríndete útil, desinteresadamente, y deja que el pago lo haga
Dios: el salario cósmico; es la riqueza mayor.
La riqueza esencial, es encontrarse a sí mismo.
Es preciso percibir que somos instrumentos de la voluntad divina en los cuatro
reinos naturales. Expresamos: “el anhelo de ser, de Dios”. Somos una emanación
espiritual de su misma naturaleza. Siempre hemos estado allí, lo que ha ido
cambiando es nuestro grado de conciencia, y de percepción, en el eterno presente,
del cero grado de progreso hasta el infinito, sin límites algunos, en la
espiral evolutiva.
Estamos dotados, potencialmente hablando, del
poder creador de Dios, que expresaremos en el eterno presente, en grado análogo
a la magnitud de las situaciones por resolver afrontadas. Mientras más elevado
sea el grado de adversidad, o necesidad, experimentada, en ese mismo nivel se
manifiesta el poder para resolverla, o satisfacerla.
La primera parte de la riqueza esencial: es
adquirir conciencia de la posesión de ese poder potencialmente infinito que
poseemos. Luego, creer en su manifestación oportuna, sin abandonar en los
momentos menos fáciles, en cada etapa de la existencia.
La segunda parte, es: percibir que estamos
dotados de los mismos atributos divinos del Creador Universal, representados
por los valores universales, soportes de los principios cósmicos y bases
esenciales de: la ley cósmica.
Esos atributos divinos se encuentran plasmados
en la propia conciencia, la cual es una réplica exacta de la de Dios. Es en
ella donde se expresa la enseñanza divina de Dios: por medio del lenguaje de
los sentimientos en análoga correspondencia con los valores universales, en su
dualidad de polaridades. Por eso es que cada ser sabe, en su propia conciencia,
lo que es junto o injusto, lo que es hermoso y lo que no lo es, que es el bien
y el mal, sin que nadie tenga que decírselo y pese a desconocer todo tipo de
legislación del derecho positivo. Es Dios que deja oír su voz en la conciencia
como acción pedagógica. Él es el Pedagogo Universal. Su inspiración permite
conocer el objetivo que nos toca realizar en el plan divino y la riqueza
inherente, como salario cósmico.
Descubrir la propia conciencia, y los
sentimientos inspirados por Dios dentro de ella, como guía, es la riqueza
esencial. Para ello es necesario callar externamente, retraerse al interior,
abstrayéndose del ego, y haciéndose sensible a la voz divina que orienta y
asiste en todos los actos existenciales. Aún cuando parezca que todo está
perdido, en los momentos menos fáciles, jamás se debe abandonar la confianza a
pesar las apariencias en contra. Si persistimos, aceptando la realidad, como
prueba de vida, sometiéndonos a la voluntad divina y aceptando que ese es el
escenario correcto que Dios ha elegido para aportar la enseñanza necesaria de
acuerdo al plan divino, emergerá la energía suficiente que habrá de conducirnos
al nuevo orden que corresponda, en el esquema cósmico, de acuerdo a la propia
suma existencial.
En la rueda del destino somos nosotros mismos,
por nuestros actos precedentes, quienes hemos puesto en movimiento los
acontecimientos que nos circundan por los pensamientos, por los sentimientos,
por las palabras y por los actos,, cosechando de acuerdo con la siembra
efectuada. Es la ley de acción y reacción, de causa y efecto, del karma y del
vipaka, de la siembra y recogida. Todo este mecanismo es regido por la ley de
afinidad, por la de justicia, por la de igualdad, por la de compensación, por
la de bondad y por la del amor; esta última, síntesis de la ley cósmica.
La riqueza necesaria: encontrando el propio
lugar en el mundo. De acuerdo a la suma existencial alcanzada por incontables
ciclos de vidas, y de acuerdo a la ley de afinidad y las demás leyes cósmicas
que les son inherentes, enunciadas en el parágrafo anterior, la vida va
ubicando, a cada ser, en el orden que le corresponde en el concierto de todas
las cosas. Allí, de acuerdo al plan divino, y a la ley del karma y la del
vipaka, él encuentra el lugar su propio lugar, que deberá asumir, para realizar
lo siguiente:
Primero: La cuota que le corresponde en la gran
obra cósmica, de acuerdo al plan divino y a su propio nivel evolutivo.
Segundo: El aprendizaje que precisa, de los
valores universales, para regir su acción creadora en el logro de esos
objetivos existenciales, usando la energía o fuerza fundamental puesta a su
disposición.
Tercero: Recibir la compensación de la cual es
acreedor de sus incontables ciclos de vida anteriores.
Cuarto: Aportar la compensación que debe,
también como consecuencia de esos innumerables ciclos de vida pasados.
Quinto: Recibir el salario cósmico por su
trabajo realizado en cada etapa existencial.
Sexto: recibir las nuevas misiones de vida a las
cuales se hace acreedor por sus avances evolutivos y mayor capacidad de hacer o
de asunción de objetivos de mayor envergadura. A estas alturas, el ser está
conciente de que, únicamente, podrá encontrar su lugar en el mundo, por medio
del servicio en cualesquiera de las vertientes mencionadas y en muchas otras
que se les irán haciendo claras, gradualmente.
La ley del servicio hace uso del grandioso
principio de DAR, antes, para recibir. Es preciso sembrar para poder cosechar.
En este camino del dar y recibir, la vocación es
la que va señalando el sentido direccional, ordenando la propia existencia.
La necesidad es la que expresa el grado de poder
creador inherente a su satisfacción. La ley del karma y la del vipaka,
establecen las prioridades esenciales de acuerdo a las cuales se irán abordando
las tareas en base a su orden de importancia, o urgencia, ubicando cada cosa en
su respectivo lugar y oportunidad.
Dentro de este bagaje existencial, la riqueza
más importante es su propia mente, como parte de la mente universal, mediante
la cual puede llevar a cabo cualquier objetivo que sea capaz de concebir,
asumiéndolo como propósito, enunciándolo por escrito, y estableciendo el tiempo
máximo dentro del cual debe ser plasmado como resultado satisfactorio, en el
mejor o en el menos favorable de los casos.
Los recursos necesarios más importantes, los
constituyen las ideas; éstas, tienen fuerzas de atracción y de repulsión,
atraen a los elementos coadyuvantes y repelen los contrarios. Son las semillas
de todas las realizaciones. Teniendo las ideas claras de los objetivos que se
desean realizar, se tiene el recurso más importante. Lo demás vendrá por
añadidura, ya que todo proyecto forma parte de la ley de la oferta y de la
demanda. Toda oferta crea su propia demanda y toda demanda, su propia oferta,
de acuerdo a la Ley de Say.
Las ideas como semillas, sembradas y sostenidas
en la propia mente, -tierra cósmica-, que forma parte de la mente universal,
-la del Creador-, atraen a las sustancias –elementos esenciales- que habrán de
coadyuvar a su desarrollo. Esas ideas, y sus logros inherentes, formarán parte
de la ley de la demanda y de la oferta cósmica.
Toda semilla sembrada en la tierra adecuada,
regándola durante el tiempo que sea preciso, oportunamente germinará, dando los
frutos, las flores o la madera, o cualesquiera sean los resultados apetecidos,
según la especie. Quién lo duda?
Dominando el mecanismo de las ideas, de su
siembra como semillas, de la programación de los resultados apetecidos,
enunciándolos por escrito, en un plan de acción realista, exigente, que
implique un reto, para generar motivación suficiente, y alcanzable, en el
espacio y en el tiempo adecuados, que justifiquen el esfuerzo de su puesta en
practica, se habrá dado el primer paso. Asumiendo los objetivos como propósitos
existenciales, que serán visualizados en la pantalla mental, en la quietud
interior del ser, como si ya estuviesen alcanzados satisfactoriamente,
constituye el segundo. Luego, poner manos a las obras, haciendo la parte que a
cada quien le corresponda, y permitiendo que Dios, haga la suya, sin
obstaculizarle su acción coadyuvadora: el tercero.
La fuerza fundamental de Dios, actuando por
medio del propio ser, oportunamente, realiza todas las obras esenciales que
deber ser logradas, en el espacio y en el tiempo, definidos.
Tienes el poder; haz la obra que te corresponda
de acuerdo con el plan divino y tendrás lo que mereces. la riqueza, en sus
diversas vertientes de: mayor, esencial y necesaria, en calidad de salario
cósmico.
Adelante.
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