LLAVES DEL
UNIVERSO
©GIUSEPPE ISGRÓ
C.
Puerto
La Cruz, Venezuela, 1970.
Mirando retrospectivamente en
la historia humana, observamos el recorrido glorioso del ser humano desde la
rudimentaria vida hasta los más recientes avances tecno-científicos, que ha
hecho posible, incluso, que nuestro satélite, la luna, recibiera al visitante
hombre de la tierra en su seno silencioso.
Meditar
sobre ese largo recorrido del hombre, en los más arduos problemas de su
evolución, significa descubrir mundos nuevos, sobre todo, en lo referente a su
fuerza creativa.
Al observar
que somos testigos de los acontecimientos más extraordinarios de la historia
humana, podemos, emocionados, exclamar: -“Debo estar profundamente contento de
vivir en los momentos actuales y ser participe de toda esta grandeza”.
Realmente,
precisamos regocijarnos de vivir en esta época del progreso humano. ¿Qué
importa si debemos afrontar obstáculos, si ellos, precisamente, impulsan nuestra
evolución y comprensión del Universo que nos rodea, y si, sobre todo, esa
comprensión nos ayudará a mejor reestructurar el mundo en que vivimos?
Ahora,
cuando el hombre ha profundizado enormemente en las incógnitas de la materia,
cuando ya puede dirigir su potencialidad atómica y hablarse de la Era Espacial,
en la que el hombre se observa unificado con sus hermanos de otros mundos,
surge un campo todavía, quizá, más extraordinario e interesante, el de lo
Psíquico, es decir, de las facultades psíquicas o mentales del ser humano.
A lo largo
de la historia humana, observamos que todo el progreso ha sido fruto de la
mente del hombre, de su inteligencia, de su imaginación o fuerza creativa.
Pero, esa
fuerza creativa del hombre no pertenece al mundo físico u objetivo, proviene de
la mente psiconsciente, de lo psíquico, pertenece al dominio de la psiquis
humana, es decir, al espíritu.
Mientras el
hombre, por medio de sus capacidades profundizaba en los conocimientos de las
ciencias físicas, usaba y usa, sin darse cuenta, sus facultades psíquicas: su
intuición, su imaginación, la
inspiración, etcétera.
Ha
utilizado, sin darse cuenta, otras facultades psíquicas, sin conocerlas tal
como hoy nuestros ingenieros dirigen la energía eléctrica, la utilizan, pero
desconocen lo que en sí es la electricidad, su causa u origen.
El siglo XX
es grandioso en sus múltiples aportes al progreso humano. Es una etapa clave en
el desarrollo histórico de la tierra.
El hombre,
después de haber saturado –hasta cierto
grado- sus conocimientos físicos del
Universo, sin temor alguno aborda la naturaleza metafísica del ser humano.
Es ahora
cuando el hombre realmente inicia su entrada en el camino que conduce al
estudio y comprensión de aquella máxima inscrita en la entrada del Templo de
Apolo, en Delfos, Grecia, la cual dice: -“Hombre, conócete a ti mismo, que el
estudio del hombre no es conocer a Dios sino conocerse a sí mismo”, -debida a Quilón, el Lacedemonio. Empero, es preciso agregar: Quien se conoce a sí mismo, conoce a Dios.
La verdadera
filosofía no inventa nada; sólo percibe y
describe lo que hay. Aquí cabe una pregunta. -¿Qué y cuáles son las llaves del
Universo –o algunas de ellas. de esencial
conocimiento?
Los
conocimientos que puede aprehender un hombre son infinitos –en el eterno presente- y toda existencia física es insuficiente
para clasificarlos todos y reducirlos a lo utilizable. Empero, en la percepción
de lo que puede y debe hacerse, todos los conocimientos que se poseen y los que
vengan después, servirán adecuadamente al objetivo que el ser humano busca
realizar.
Las
preguntas múltiples que se canalizan en las mentes de todos, son: 1) ¿De dónde
venimos? 2) ¿Por qué estamos aquí? y 3) ¿Hacia dónde vamos?
Pero, quizá,
nos inquiete más que el pasado y origen de nuestra vida, el presente, muchas
veces poco claro, y el futuro, imbuido de cierta incertidumbre. ¿Por qué? ¿A
qué razón atribuir, de repente, sin saber por qué, nos encontramos envueltos en
medio de las luchas de la vida? Estamos aquí; pero, queremos saber el porqué.
Recuerdo
como, muchas veces, de niño, pensaba, dentro de mí: -“Yo nací en mi pueblo, de
mi padre y de mi madre, pero si en vez de haber nacido allí, lo hubiese hecho
en otra parte, y de padres diferentes, ¿sería yo mismo? ¿Pensaría igual? A
estas reflexiones se le puede o no encontrar sentido, según el enfoque que se
le dé.
Pero lo
cierto es, que ustedes y yo, cada uno de nosotros tenemos una personalidad
diferente, individualmente hablando, con capacidades particulares y disímiles
entre unos y otros. ¿A qué se debe eso?
Vivimos en un mundo donde la actividad por la vida es una de las actividades fundamentales del hombre. Nos
adaptamos al medio ambiente, trabajamos por aquellas cosas por las cuales
sentimos inclinación, o somos capaces de concebir. Y, al llegar a esto,
literalmente encontramos la primera llave del Universo: CONCEBIR IDEALES,
INTUIR IDEAS. La intuición –conciencia
perceptiva- es la primera y más inmediata llave del hombre en su relación
con el Universo en que vive.
¿Qué
es la intuición? ¿Cómo funciona? ¿Se puede desarrollar? ¿Por qué el ser humano
sabe cosas sin saber cómo ni por qué las conoce? Estas preguntas ameritan un
ulterior desarrollo. (Ver nuestro artículo: EL PODER DE LA INTUICIÓN, el el Blog Verdad Universal.)
El hombre
concibe una idea, la cual visualiza y luego trata de materializarla. Pero, en
su intento de plasmar objetivamente su idea, debe analizar dónde, cuándo y cómo
hacerlo. Debe discernir, entonces encontramos una segunda llave: EL
DISCERNIMIENTO ES LA SEGUNDA LLAVE DEL UNIVERSO.
¿Qué
es el discernimiento? ¿Cómo funciona? ¿Qué es la lógica inductiva y deductiva?
¿Cómo funciona el proceso de toma de decisiones para elegir entre dos o más
alternativas en forma efectiva? También estos particulares ameritan ulteriores
desarrollos. (Ver nuestro libro: Cómo desarrollar la Auto-Maestría, en el Blog Verdad Universal.)
Empero,
mientras el hombre discierne su idea, su ideal, descubre y comprende más el
plan de su existencia, el cual para llevarlo a realización requiere de una
constancia y tenacidad sin límites, que sólo el entusiasmo y el pensamiento
positivo constante pueden dar.
Así llegamos
a la tercera llave: EL PENSAMIENTO POSITIVO. Aquí nos detenemos un poco
más. Este es el punto clave: El pensamiento positivo.
El pensamiento
positivo posee dos corrientes o clases de energías, fuerzas o polaridades, las cuales denominamos
positiva y negativa. Al analizar el efecto de cada una de ellas, en el ser
humano, encontramos que: La segunda, la corriente de pensamiento negativo, determina,
en el individuo, todas las condiciones negativas que es deseable evitar, hasta,
incluso, mencionarlas. Conduce a las
personas a ver el lado menos luminoso de las cosas. ¿Por qué decir que la
botella está medio vacía y no medio llena? O, bien: Nos falta la mitad de
camino, en vez de: hemos hecho la mitad del camino.
El
pensamiento positivo engendra optimismo, alegría y sosiego, aún en las más
duras luchas. Basta recordar aquel poema de mi inspiración, donde se dice:
Noberto,
aquel de pensamiento negativo
que en todo esbozaba
pesimismo,
contemplando un arbusto de
rosas encendidas, exclamó:
-Tan pésima será la vida,
que hasta las más hermosas
flores,
poseen horrendas espinas.
En cambio Gonzalo,
ese de pensamiento positivo,
que las leyes de la vida
comprendía,
contemplando el mismo arbusto
de rosas encendidas,
cual poeta emocionado
exclama:
-¡Que bella es la vida,
que hasta las más horrendas
espinas
poseen hermosas flores!.
La mente humana tiene
múltiples recursos, los cuales las ciencias psíquicas, así como la actual
parapsicología están divulgando. Estos recursos o facultades se conocen con los
nombres de: Visión psíquica, viajes astrales o desdoblamiento, clari-audición,
telepatía, psicoquinesia, telequinesia, xenoglosia, etcétera. Además de la
concentración, la visualización, la meditación, la inspiración, la intuición,
los sueños premonitorios, etcétera.
Aún cuando
las más al alcance general son: la intuición, -y la inspiración- el discernimiento y el pensamiento positivo, -conjuntamente con la concentración, la
meditación y la visualización- lo cierto es que en forma inmediata se
requiere una reeducación integral del ser humano.
Avocar al
hombre al estudio de sí mismo, es necesidad imperante. Trazase, cada quien, un
plan de estudio diario. Ya sobre este tema mucho se ha divulgado.
Personalmente, sobre el particular tengo escrito un pequeño trabajo intitulado:
¿Por qué necesitamos leer una hora diaria?
El cerebro
humano, asiento físico de la mente pensante, o psiquis humana, está constituido
por células llamadas neuronas, las cuales poseemos en número de 8.000 millones
según algunos y 80.000 millones según otros. Estas neuronas constituyen los
diferentes centros psíquicos-direccionales del hombre, objetivamente hablando.
Por ejemplo,
un hombre físicamente débil, incapaz de resistir una caminata corta, puede en
un momento de peligro, echar a correr velozmente, con velocidad casi increíble
dada su constitución física.
¿Qué ha
ocurrido allí, que aún atrofiados parcialmente los músculos, el organismo
humano alberga en estado latente energía que, obligado por las circunstancias,
el psiconsciente es capaz de utilizarla, accionando, inconscientemente, una
actividad extraordinaria?
Por
supuesto, un atleta entrenado utilizaría conscientemente esa misma energía,
dado sus capacidades físicas, al correr voluntariamente bien sea por peligro o
por desearlo simplemente.
En igual
manera, esto mismo acontece con la mente no entrenada o no ejercitada,
solamente utiliza sus capacidades en su expresión mínima. Sólo en ciertas
circunstancias es posible realizar experiencias extra-sensoriales en forma
inconsciente.
Uno de los
recursos para mantener activas las células cerebrales y dinamizar de esta
manera a la mente es llevando a cabo un período de lectura no menor de una hora
diaria. Pero, además de esto, se requiere encausar esas lecturas hacia un mayor
conocimiento de sí mismo, de las leyes del Universo, las cuales rigen al ser,
cuyo conocimiento es la llave mágica que abre las puertas de la comprensión de
sí y del Universo.
Nota:
Se ha trascrito el presente trabajo de un manuscrito que se encontraba entre
mis papeles, el cual es con toda probabilidad escribí en los años 70, del
siglo XX.
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