miércoles, 5 de marzo de 2014

EL IDEAL EN LA PROPIA EVOLUCIÓN


EL IDEAL EN LA PROPIA EVOLUCIÓN

©GIUSEPPE ISGRÓ C.
Puerto La Cruz, 30-10-1969


…El hombre sin un ideal,
es como la tierra sin sol,
como la flor sin fruto,….
de su letargo debe despertar,
para vivir plenamente-.



La humanidad, hoy como nunca, vive momentos de incertidumbre, de miras equívocas hacia un futuro que precisa exactas definiciones, para imprimirle un sentido cierto al destino humano.
Los pseudo líderes, en su ambición, arrastran tras de sí a los que viviendo aprisa, por las condiciones del medio de vida presente, no se percatan de que viven y de que son envueltos por los ríos turbulentos de las bajas pasiones y negativismos psicológicos, pasándole desapercibida la existencia del disfrute de un bienestar equilibrado y de una propia evolución controlada. Para esto, como condición fundamental exigida por la naturaleza humana, se requiere la libre manifestación de la conciencia interna del hombre y la formación de un ideal, un ideal común de Amor, trabajo y estudios en las múltiples ramificaciones de la naturaleza y sus manifestaciones en la vida.
Vivir para un ideal es percatarse de las realidades existenciales y constituirse en el guía y paladín de la propia razón y conciencia. En tal virtud, si se alcanza una conciencia plena para la formación de un ideal definido, las fuerzas naturales que gobiernan al ser vendrán en su ayuda creando la condición favorable al fin propuesto.
-“La humanidad, -dice José Ingenieros- necesita fe, pero una fe puesta en el futuro, que no le sirva de consuelo sino de esperanza, que le impulse a luchar activamente contra las causas del mal, que sea fuerza renovadora y no regresiva pasividad”. La fe, para el ser progresista, e idealista, debe significar el conocimiento de las propias fuerzas y facultades, y a la vez, la confianza en el éxito del ideal concebido. A esto, nos completa Joaquín Trincado: -“Sólo las obras hacen fe”; por lo cual se hace obvia la necesidad de ser activosy llevar todo a la práctica y a la experimentación para obtener la convicción de lo que se postula. Resumiendo lo anterior, diremos: Sólo la convicción de un ideal permitirá a un individuo desarrollar actividades que aporten valores en pro de la propia evolución y de la colectividad en que vive.
Sólo de esta manera podrá justificarse delante de la existencia que de él espera el equilibrio de la evolución.
Todo individuo vive de acuerdo a ideas concebidas; en sus actos antepone justificaciones de índole diversas, lo cual demuestra que vive sujeto a creencias que determinan el cauce de su existencia. Las funciones desempeñadas los son por impulsos espontáneos de fuerzas manifiestas de “algo” interno del individuo, a cuya fuente se le denomina conciencia. Si estas fuerzas internas son dirigidas, el ser se torna en auto-dirigente del destino de su existencia. A estas alturas caben las preguntas: 1) Es abstracto e indefinido el destino de cada ser? 2) ¿Es posible gobernarlo? A lo cual podemos contestar que, el destino de todo ser presenta una fase indefinida pero no abstracta, por cuanto se manifiesta gradualmente en el transcurso de la existencia, e inclusive, por una guía interna que refleja las propias tendencias y facultades, se puede determinar el curso a seguir en la vida, por lo cual asentamos: Sí es posible dirigir el gobierno del propio destino. ¿Cómo? Encauzando las propias fuerzas a una meta prefijada por medio de la potencia del ideal manifiesto en la conciencia –intuitiva- de todo individuo.
El ideal máximo que el ser puede forjarse en la vida, es el conocimiento de la misma y de las leyes que les rigen. Quilón, el Lacedemonio, en la antigua Grecia, lo reveló cuando dije: -“Hombre, conócete a ti mismo, que el estudio propio del hombre no es conocer a Dios, sino conocerse a sí mismo”-. Denota, indudablemente, sabiduría inmensa este eterno pensamiento de Quilón. Pero, a pesar de haber pasado tantos siglos desde que él lo inscribiera en el portal del Templo de Apolo, en Delfos, -¿cuántos se conocen a sí mismos? -¿Cuántos pueden regular sus propias vidas? Solamente aquellos que se han forjado el ideal de la propia evolución.
En el Universo, toda partícula de materia, molécula, átomo, electrón, etc., actúa en el centro y punto de equilibrio que lo determinan las propias fuerzas (vibraciones emitidas por el espíritu elemental de cada elemento o sustancia) y, en ese centro, está en continúo movimiento, por cuanto todo cuanto existe, es debido a un desplazamiento continuo de vibraciones, en cuyo centro se activan en evolución perenne. De ahí la armonía en las funciones de la naturaleza. De igual manera, el ser humano, Microcosmos o Universo en miniatura, tiene su propio centro y funciones específicas a las fuerzas y facultades correspondientes al estado alcanzado en su escala evolutiva. Este mecanismo es regido por la ley de Afinidad con la cooperación de las leyes de justicia, igualdad y compensación, que ubica y reubica a cada ser de acuerdo a la propia suma existencial, progreso evolutivo y estado de conciencia alcanzados en un momento dado. Este proceso se encuentra en constante transformación de acuerdo a cada pensamiento sostenido en la pantalla mental y a la respectiva acción ejecutada.
 El conocimiento de las propias facultades involucra dominio de sí mismo y el perfeccionamiento continuo del ideal concebido. José Ingenieros, nos vuelve a ocupar, cuando dice: -“En todo lo que existe actúan las fuerzas de perfección. Amar la perfección implica vivir en un plano superior a la realidad inmediata”
En efecto, el ideal de perfección determina la inexistencia de estancamiento y la generación de las fuerzas morales, impulsando a la vez la evolución humana a un plano superior, cuya esencia constituye la razón por la cual existimos.
Se admira a los grandes hombres –y a las grandes mujeres- que en la historia de la humanidad han dejado páginas de heroísmo y valor, por cuyo continuo sacrificio ha sido posible el progreso de los pueblos; sus luchas ante los intereses creados les ha valido, muchas veces, pagar un costo muy elevado en su integridad física, empero, ningún temor fue suficiente para frenar la fuerza de sus ideales renovadores y en todas las épocas en que han vivido han dejado establecido siempre un nuevo avance en la escala evolutiva humana.
La culminación de los grandes ideales, concebidos y llevados a la cumbre del éxito por hombres y mujeres insignes, ha sido siempre el estímulo orientador en el logro de los propios ideales. El ser humano, con sus fuerzas creativas, transforma todo cuanto existe. Visualiza y materializa los matices que harán más expresiva su obra en belleza y sublimidad y es que él, cada vez que crea nuevas formas en la naturaleza, es porque ya alcanzó antes ese estado de realización, cuyo progreso conquistado se reconoce por la magnitud de las obras realizadas; las cuales desarrolla por su misión implícita de evolución, de cuya semilla germinante dotó el Creador en el principio inmemorable, cuya escala evolutiva en la naturaleza toda la observamos. En ella, el ser humano asciende la propia, cuyas etapas supera sólo por la fuerza generadora de los distintos ideales que en forma periódica se manifiestan en la conciencia como deseos e inquietudes cuyos impulsos le llevan a la realización de el ideal en la propia evolución.

EVOLUCIÓN

Sumido en la percepción de un ideal
el ser avanza en su destino;
con su fuerza doblega
las trabas que a su paso se interponen
dándole a todo lo que existe
la expresión que en su mente visualizada
refleja la condición de su existencia.

Es el hombre un ser
de naturaleza en constante transformar,
en su condición de rudimentaria vida
aparente valor no tiene,
pero tampoco diamante alguno
refleja valor en estado bruto,
pero al pulimentar su concha
exterioriza valor inmenso
que a todos cautiva.

En idénticas condiciones
el ser en su evolución
pulimenta las capas que su luz opaca,
trasluciendo la grandeza
de la ya alcanzada evolución.

En continuas y activas luchas
el ser evoluciona
y de saber nuevos horizontes alcanza,
que esa visión les dan del más allá.

Es ley, pues, y en la esencia de la vida
el ser se renueva;
la naturaleza cual madre bondadosa
en su seno le acoge y alimenta,
y en ella desarrolla
condición de creador de formas.
Concibe los ideales  que realizarlos
constitúyesele en fin de la existencia
y en ésta visualiza los matices
que harán más expresiva
su obra de evolución.


Publicado en el Diario La Prensa, el 30 de octubre de 1969.
Puerto La Cruz, Venezuela.





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