LA
INICIACIÓN PERFECTA
1982
©GIUSEPPE ISGRO C.
La
iniciación masónica al grado de compañero, fue conocida, entre los antiguos,
como la Iniciación Perfecta.
Ella
marca, para el compañero, una nueva etapa en su carrera masónica, cuyas
influencias habrán de enriquecerle integralmente.
Después
de un período de estudios, y de pruebas, por los cuales ha pasado desde que fue
iniciado a la luz masónica, cuya duración es de doce semanas, o más, un
aprendiz ha solicitado a nuestra Augusta Cámara de Compañeros, su aumento de
salario, para el cual se considera digno, y evidenciando, al mismo tiempo, un
sincero deseo de continuar progresando en nuestra Magna Institución Masónica.
La
Cámara de Compañeros, después de analizar su tesis de grado respectiva,
presentada por el aspirante a Compañero y sometiéndose él mismo al examen
correspondiente, así como, después de efectuar un análisis de la vida masónica
y profana del aprendiz, se observa si el mazo y el cincel tuvieron tiempo de
dar a la piedra bruta de su personalidad la forma equivalente a la ideal para
la construcción del Gran Edificio Cósmico.
El
grado de compañero representa la segunda edad del ser, en cuyas enseñanzas está
compendiada la síntesis de:
1)
Sus deberes para con Dios, representada por la fe perceptiva de la realidad.
2)
Para consigo: simbolizada por la esperanza o expectación positiva, reflejada
por la confianza en sus propias fuerzas y en las leyes de la vida.
3)
Para con sus semejantes: expresada por el amor, verdadera síntesis de los
valores universales y soporte de todas las virtudes.
En
la antigüedad, en la época de la construcción del Templo de Salomón, era
habitual, en las confraternidades de los constructores, según la leyenda, de
que los nuevos compañeros cambiaran sus instrumentos, y de trabajo, pasando
algunos a ser cortadores de piedras, mientras que otros eran asignados a la
tarea de ajustar, exactamente, las que habían sido, ya, desbastadas por los
aprendices.
El
ilustre masón francés, J. M. Ragon, al referirse al grado de compañero, expresa
que éste tiene por objeto “el estudio de las ciencias naturales y la
investigación del origen y la causa de todas las cosas”, en perfecta concordancia
con nuestra definición moderna de que la Masonería es el estudio de todas las
ciencias, de todas las filosofías, de todas las artes y la practica de todas
las virtudes. En el estudio de sus enseñanzas se descifran, e interpretan, los
símbolos; proporciona el conocimiento de sí mismo; ilustra la manera de cómo se
puede ser más útil, así como la forma en que la Francmasonería puede prestar a
la humanidad grandes servicios, estimulando y formando cada uno de sus miembros
para que su contribución sea acrecentada a través del trabajo, de la ciencia y
de una vida virtuosa, con lo cual el compañero masón puede alcanzar la
excelencia existencial, haciendo más y mejores cosas con menor cantidad de
recursos, esfuerzos y tiempo.
Estas
características hacen que el compañero masón sea un filósofo práctico, por lo
cual, en el estudio del simbolismo y de la enseñanzas del grado, se percata de
que está entrando en comunicación con una sabiduría antigua, y atemporal, que
le permite fijar los objetivos de su existencia y construir la obra de su vida
de acuerdo con los planes trazados por el Supremo Artífice, y por la razón,
iluminado, paralelamente, por la intuición y por la inspiración, con lo cual
puede culminar exitosamente el edificio moral de sus conocimientos.
Durante
la iniciación, cuando el aspirante a compañero realizó su primer viaje
simbólico, llevaba dos instrumentos: el martillo y el cincel, con lo cual
realizó su trabajo de aprendiz. Por medio de ellos el cantero desbasta la
piedra bruta. Ambos instrumentos tienen relación con la voluntad firme y
decidida y la determinación inteligente, facultades éstas que le permiten pulir
las asperezas e imperfecciones de la piedra bruta de la personalidad,
elaborando la obra de arte: la piedra labrada, con lo cual se transforma en un
auténtico francmasón, con libertad de ejercer su arte en forma independiente
sin límites de espacio ni de tiempo. Durante el trayecto simbólico, diversas
imágenes recuerdan al postulante a compañero, los cinco sentidos con que ha
sido dotado por la naturaleza; ver, oír, oler, gustar y tocar, por medio de los
cuales debe, con conocimiento de causa, tomar contacto, conscientemente, con el
mundo exterior.
En
el segundo viaje simbólico, el recipiendario lleva con sí dos instrumentos
destinados a servirle de guía en la realización de un trabajo de carácter
intelectual: la regla y el compás. Ambos le sirven para verificar el trabajo
efectuado con los dos instrumentos anteriores, es decir: el mazo y el cincel.
Paralelamente, el compañero adquiere los rudimentos esenciales de la geometría,
que otorga a sus cultores la clave del arte de la construcción, -física, moral
y espiritualmente-, facilitándole la interpretación de los planes del Gran
Arquitecto del Universo.
Al
inicio del tercer viaje simbólico, el recipiendario recibe una regla y un alza
prima o palanca. Su significado es conocido, es decir: el compañero debe
servirse de la regla como instrumento de dirección para hacer una obra definida
y efectivamente constructora. La palanca simboliza la inteligencia humana, en
forma integral, siendo su punto de apoyo el cuerpo físico. De forma análoga, la
inteligencia se afinca sobre la voluntad, que representa el potencial
espiritual del ser. En esta fase evolutiva, el compañero se familiariza con las
siguientes artes liberales: la gramática, la retórica, la lógica, la
aritmética, la geometría, la astronomía y la música.
La
clave esencial de la cual adquiere consciencia el compañero que desea ascender
a los niveles de la percepción de la realidad, es la de que debe confiar en sus
propias fuerzas y no esperarlo todo de la iluminación divina. Es decir, debe
combinar la lógica inductiva y deductiva con la intuición y la inspiración, en
una percepción y acción conjuntas.
En
el cuarto viaje simbólico, el aspirante a compañero aprende el uso de la
escuadra. Esto le permite someter sus acciones a la razón y a la ley moral,
simbolizada por la medida, desarrollando, precisamente, “el sentido de la
medida”, que le sirve de guía en todos sus actos, reflejando la justicia y la
equidad en armonía con todos y con el Todo. Adquiere conciencia sobre la
importancia de “considerar el fin de todas las cosas”.
La
escuadra permite establecer las figuras geométricas en perfecta armonía y total
rectitud. Es el modelo mediante el cual debe desenvolverse la vida del
compañero.
El
quinto viaje es el último que simbólicamente realiza el recipiendario ante de
su recepción en el grado de compañero. Ahora se encuentra con las manos libres;
no lleva ninguna herramienta. Posee el conocimiento suficiente. Todo lo lleva
consigo, al igual que Pitaco, uno de los siete sabios. Al final del recorrido
alcanza un estado de iluminación, en cuya percepción intuitiva e inspirativa
será capaz de recibir directamente, y por sí mismo, la luz, experimentando, al
mismo tiempo, el influjo creador que le permitirá la concepción y la
realización de su cuota de asunción en la realización de la gran Obra. Después
de haberse encontrado en un estado de completa obscuridad, al igual que todo el
recinto en el que está ubicado, en el momento oportuno un foco de luz aparece
en el este, en el oriente, en la fuente existencial. Al igual que las estrellas
iluminan mejor en la noche obscura, así la luz, en conexión divina, emana del
centro universal para iluminar el horizonte humano, al compañero que alcanza a
ver la estrella flamígera cuyas cinco puntas representan al hombre, emanación
de la Divinidad. Al centro de la estrella emerge la letra “G”, entre cuyos
múltiples significados se encuentra, precisamente, la representación del nombre
de Dios en varios idiomas.
La
estrella flamígera es el símbolo del genio que se eleva a las grandes
realizaciones creadoras. Es la imagen de la fuente universal que ilumina el
espíritu de cualquier ser que asume el ideal de dedicar su existencia a la
conducción gloriosa de sí mismo y a la educación de la humanidad en los valores
universales, soporte de la practica de todas las virtudes.
La
estrella flamígera representa al ser evolucionado que ha desarrollado sus
facultades espirituales, alcanzando la conciencia perceptiva en conexión con la
conciencia cósmica. Ha descubierto que es poseedor de un poder creador
potencialmente infinito que se expresa, oportunamente, y en grado equivalente,
cada vez que experimente determinados niveles de necesidades. Allí reside la
esencia de su poder potencialmente infinito: en la conciencia de lo que ignora,
en las necesidades que afronta, resueltamente, y en los objetivos que asume a
nivel personal y en la realización de la gran obra.
En
síntesis, la estrella flamígera es el centro universal de donde emerge la
auténtica luz y el poder creador universal.
El
compañero alcanza la excelencia del grado en que tiene el privilegio de
ascender haciendo gala de una esmerada dedicación, de una asidua y efectiva
actividad creadora, así como del ejercicio de la prudencia, de la templanza, de
la fortaleza, de la belleza, como expresión estética en todas sus obras, en los
niveles físicos, morales y espirituales, de la justicia y de la armonía en
todos sus actos y tratos sinalagmáticos.
Recibido
en una Logia Perfecta, por el Venerable Maestro, los dos Vigilantes, los tres
Maestros y un Compañero, pasa de la columna “B” a la “J”, subiendo a la quinta
grada, en su ascenso evolutivo del Taller Cósmico.
Dotado
de un signo, de un tocamiento, de una palabra sagrada de compañero y de una de
pase, empero, su transmutación interior proyectar la luz que le distingue en
cualquier entorno en donde vaya o actúe, y sin siquiera hablar ni hacer gesto
alguno, es reconocido instantáneamente por sus iguales. Quienes, en el mundo
profano tratan con él saben que es un ser de conducta virtuosa y digna. Le
reconocen como Masón, una de las máximas distinciones a la que puede aspirar un
ser humano, si realmente está dispuesto para la realización del ideal supremo
de la perfección existencial concebido y ejecutado por los Hijos de la Luz.
El
carácter pectoral del signo implica la custodia prudente de los tesoros morales
y espirituales que le han sido confiados.
La
palabra sagrada denota esa fuerza que sólo la conexión con el Creador Universal
permite canalizar, por cuanto en Él se encuentra la fuente del poder creador y
de Él emana la potencia divina que vivifica toda realización humana. En la
columna del sur, -lugar de reunión de los compañeros-, se encuentra el
calificativo respectivo que permite el acceso a la fuente interior del
conocimiento.
En
cuanto a la palabra que facilita el pase a la fuente, numerosas como las
espigas del trigo han de ser las obras del compañero, para acceder a la fuente
trascendental de la sabiduría y del poder creador, en la cadena de la
fraternidad universal.
El
punto gutural y pectoral, recuerdan al compañero sus obligaciones. El manual:
mediante el respectivo toque preciso, permite percibir al compañero cuando se
encuentra frente a su homólogo.
El
pedestal: imparte la enseñanza de que todo masón, bajo la égida de la escuadra,
recorre el camino de la vida ciñéndose a la equidad y a la justicia, en todos
sus actos existenciales.
Como
se ha dicho ya, la ubicación de los compañeros es en la columna del sur. Allí
se encuentra el respectivo maestro que transmite la enseñanza necesaria y
oportunamente. Este es el lugar, también, en el que reciben su respectivo
salario cósmico.
La
edad alcanzada por el compañero, representa la quintaesencia existencial,
además de otros aspectos claramente identificables, como son los cinco sentidos
y su respectivo uso. Se observa perfecta armonía en el toque, en la batería, en
la marcha, en la edad, en la palabra sagrada, en la estructura geométrica de la
estrella flamígera, en los viajes simbólicos y en las gradas del Taller.
Este
simbolismo quintaesenciado en sus tres niveles de expresiones, representa:
1)
En el plano físico: El nacimiento, la infancia, la edad adulta, la fuerza y la
salud.
2)
En el nivel intelectual: La gramática, la retórica, la lógica, la aritmética y
la geometría.
3)
En el sentido moral: La inteligencia, la rectitud, el amor, la prudencia y la
filantropía.
El
compañero realiza su trabajo iniciático desde el mediodía hasta medianoche,
simbolismo que él conoce muy bien sabiendo que a la hora precisa de actuar hay
que hacerlo puntualmente; y que, cuando llega el momento en que la tarea debe
ser terminada, es preciso concluirla, pasando a la siguiente fase de reposo
creativo-restaurador; de la actividad interior perceptiva de los elevados
objetivos existenciales en correspondencia con los de la Gran Obra, a la
realización externa, donde lo interno se hace patente como un claro reflejo de
que lo que está adentro es idéntico a lo que se expresa afuera y de que lo que
se encuentra arriba es análogo a lo que se manifiesta abajo, en perfecta
armonía con todos y con el Todo.
El
compañero se percata de que es preciso llegar a la mitad de la vida para ser
útil a sus semejantes, tal como lo dijo Dante Alighieri, en su Divina Comedia,
cuando expresa: -“En el medio del camino de la Vida”, etcétera, a partir de
cuyo momento ha de trabajar la otra mitad en beneficio de la humanidad hasta la
etapa culminante, en un determinado ciclo existencial.
La
solapa del mandil del compañero, con la punta hacia abajo, denota que la
inteligencia rige sobre la materia y que el espíritu expresa el perfecto
autodominio sobre sus pasiones, exteriorizando los rasgos del iniciado,
representados en la perfecta serenidad, en la calma imperturbable que le es
inherente, en la impasibilidad frete a todo y a todos, y en la clara lucidez de
su juicio a la hora de elegir la acción correcta, en el momento oportuno, para
realizar la labor adecuada, de acuerdo a las inquietudes de los tiempos, en
perfecta sintonía con los planes trazados por el Gran Arquitecto del Universo.
El
estudio constante, permite, al compañero:
1)
Percibir la propia misión en la vida, cumpliendo, simultáneamente, sus deberes
y ejerciendo sus derechos, prudentemente.
2)
Utilizar todos los recursos con que le dotó la naturaleza, es decir: el poder
potencialmente infinito de su eterno e inmortal espíritu y las facultades
espirituales que expresan dicho poder y la sabiduría de los valores
universales.
3)
Alcanzar el perfecto autodominio y el dominio de todas las circunstancias
existenciales y del medio ambiente, paralelamente. Que cada acto refleje la
inteligencia del Espíritu en perfecta correspondencia con los valores
universales, haciendo el uso debido del desapego. Esto permite al compañero
transformarse en la piedra cúbica viviente que le dará cabida en el grado del
Magisterio, etapa siguiente, a cuya exaltación todo compañero digno de tal
calificativo se encuentra destinado, en la realización de la Gran Obra.
4)
Un compañero hábil, inteligente, estudioso y dinámico, será sin duda un
excelente maestro, por lo cual, ahora, en este mismo instante, es preciso
forjarse el propósito y la meta de llegar a serlo y poner manos a la Obra, en
ello. Recordemos que el sublime mandato del Gran Arquitecto del Universo al Ser
–en los tres reinos naturales- es el de alcanzar la maestría cósmica. En la
realización de este propósito cósmico, empero, es preciso recordar que debería
mantenerse la actitud de los Eternos Aprendices, única manera de acceder a los
niveles superiores de la espiral evolutiva de la sabiduría de los valores
universales.
Que
el Gran Arquitecto del Universo ilumine y proteja a los nuevos compañeros,
otorgándole la sabiduría de los valores universales, la salud física, mental y
espiritual y la riqueza integral.
Hacemos
votos para que la Augusta Institución Masónica Universal continúe siendo una
escuela de virtudes y de liderazgo efectivo, capaz de conducir a la humanidad
por los caminos de la paz, de la armonía, del amor, de la fraternidad, de la
ciencia, de la prudencia, de la justicia y del entendimiento, bajo la égida del
Gran Arquitecto del Universo. Así sea.
Adelante.
Puerto
La Cruz, Venezuela, 30/04/1982.
Revisado:
Lechería: 26 de junio de 2010.
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