LA SABIDURÍA DE PLATÓN
©Giuseppe Isgró C.
El Eutifrón,
da inicio a la colección de diálogos de Platón, en el cual, desde el comienzo,
aporta diversas enseñanzas.
Cuando
Eutifrón expresa que él no cree que Sócrates pueda estar en aquel lugar para
ser objeto de una demanda ni de que él sea capaz de anteponerla a nadie, transmite un mensaje sutil digno de
ser tomado en cuenta.
Aquí Platón
quiere significar que personas como Sócrates, jamás incurrirían en actos
susceptibles de ser juzgados en un Tribunal de Justicia, ni suelen recurrir
ante él para anteponer querellas, por cuanto son lo suficientemente prudentes,
y capaces, para resolver, en forma amigable, y favorablemente, los casos que
les conciernen.
Sócrates
elogia a su acusador, diciendo que debe ser un sabio, entre otras cosas porque
descubre su ignorancia y percibe cosas que otros no son capaces de hacer.
Aquí aporta
su segundo mensaje, cuando afirma: -“Es, me parece, el único de nuestros
hombres de Estado que empieza bien, por cuanto es empezar bien ocupándose, ante
de todo, de los jóvenes, de modo que resulten virtuosos”.
Sócrates
señala la misión que debe asumir todo político: La de ocuparse del óptimo
desarrollo de la juventud.
Pero, salta
a la vista que el joven Meleto ni es capaz de observar la sabiduría de
Sócrates, ni su propia ignorancia, y mucho menos asumir la misión de educar a
la juventud, por cuanto, al hombre más importante de la Grecia clásica, que se
ocupó en mayor grado de esa loable función pedagógica, en ese momento lo estaba
acusando como ejecutor de lo contrario.
El ejemplo
del agricultor, quien limpia el terreno de las malas hierbas para que las
buenas crezcan bien, ocupándose, primero, de las plantas más tiernas, es un
mensaje preciso de Sócrates: Hay que ocuparse de la educación de los niños
desde su más temprana edad, como primera prioridad.
Esta
educación empieza a partir del vientre de la madre, y aún antes, por cuanto es
necesario educar a las jóvenes parejas que contraen matrimonio en los
rudimentos esenciales del arte de ser padres, y así cumplir bien su
responsabilidad inherente.
Esto es un
círculo sin fin, que empieza, sin duda, educando al nuevo ser a partir del
momento de su gestación, expresándole que se le ama, que será bien recibido, o
recibida, y de que se le ayudará a cumplir con la misión de vida que trae en el
presente ciclo existencial, entre otras cosas esenciales.
Esta
educación debe basarse, fundamentalmente, en el estudio de los valores
universales, soporte de las leyes cósmicas, que permiten a todos los seres vivir en armonía con la naturaleza,
ejerciendo la práctica de todas las virtudes.
Adelante.
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