sábado, 8 de marzo de 2014

LOS GRADOS DE LA RIQUEZA


LOS GRADOS DE LA RIQUEZA

©GIUSEPPE ISGRÓ C.

Decía Paramahansa Yogananda: -“Aquél que busca a Dios es el más sabio de los hombres; quien Le ha encontrado es el más exitoso entre todos”-.

La riqueza mayor, es la de encontrar a Dios en todo y convertirle en norte de la propia existencia. Dentro y fuera de sí, todo está regido por la ley cósmica. Esta es una emanación de la sabiduría de los valores universales, o atributos divinos.

Encontrarle fuera, en todo lo que existe, es percibirle como armonía universal, regido por un propósito evolutivo, de etapa en etapa, que le otorga sentido a la propia existencia, al ubicarse en el engranaje cósmico como elemento coadyuvador del plan divino de la Creación.

La naturaleza es un libro abierto, en el que todo está trazado con el pincel divino. Es preciso aprender el lenguaje cósmico de los sentimientos de los valores universales. Los valores constituyen el abecedario cósmico. El lenguaje lo conforman los sentimientos que corresponden a cada valor, en su doble polaridad: positiva-negativa. Las obras que utilizan los valores como abecedario y los sentimientos como lenguaje, perduran en el espacio y en el tiempo, labrando los propios estados de conciencia, por la que percibimos la realidad universal. La de antes, la de ahora y la que sigue, por medio de las tendencias y de las inquietudes según los tiempos, en el ahora, siempre.

Detrás de todo este proceso, se encuentra el motor universal: Dios. Él es la fuente, el maestro y la voluntad ejecutora. Se expresa por medio de cada ser en los cuatros reinos naturales: el humano, el animal, el vegetal y el mineral.

Él, el Creador Universal, es anhelo de ser; todo lo que existe, en los cuatro reinos, es la expresión de su voluntad. Es preciso colocarse, dócilmente, bajo la guía divina, percibiendo la inspiración sublime del plan de la creación. Asumiendo la decisión de secundar al Creador Universal en la Gran ObraCósmica, de acuerdo al respectivo grado de conciencia, se activa la FUERZA FUNDAMENTAL, que aporta la potencia necesaria y oportuna para llevar a cabo la acción constructora-creadora de la mente.

Las necesidades que se perciben, y se afrontan con decisión y confianza, generan la potencia creadora equivalente para su propia satisfacción. Dios es la voluntad universal que se expresa en todo acto creador mediante la fuerza de empuje, y la de bloqueo, para estar a tiempo en el lugar correcto, haciendo la cosa adecuada al plan divino. El director de orquesta es Dios. El instrumento: cada ser.

Al encontrar a Dios en todo, en la vida del día a día, y ponerse bajo su dirección divina para la ejecución de la cuota de la gran obra asumida como objetivo existencial, se habrá encontrado la fuente de la riqueza mayor: EL SALARIO CÓSMICO. Haz la cosa y tendrás el poder. Presta el servicio que resuelva las situaciones antepuestas a tu atención, afrontando las aparentes adversidades de la vida, y aprovecharás la riqueza mayor que Dios te brinda, día a día.

Descubre la riqueza mayor en las adversidades existenciales: en realidad, son las grandes oportunidades que la vida te brinda, disfrazadas como problemas por resolver, que alguien debe asumir: ese alguien eres tú. Ríndete útil, desinteresadamente, y deja que el pago lo haga Dios: el salario cósmico; es la riqueza mayor.

La riqueza esencial, es encontrarse a sí mismo. Es preciso percibir que somos instrumentos de la voluntad divina en los cuatro reinos naturales. Expresamos: “el anhelo de ser, de Dios”. Somos una emanación espiritual de su misma naturaleza. Siempre hemos estado allí, lo que ha ido cambiando es nuestro grado de conciencia, y de percepción, en el eterno presente, del cero grado de progreso hasta el infinito, sin límites algunos, en la espiral evolutiva.

Estamos dotados, potencialmente hablando, del poder creador de Dios, que expresaremos en el eterno presente, en grado análogo a la magnitud de las situaciones por resolver afrontadas. Mientras más elevado sea el grado de adversidad, o necesidad, experimentada, en ese mismo nivel se manifiesta el poder para resolverla, o satisfacerla.

La primera parte de la riqueza esencial: es adquirir conciencia de la posesión de ese poder potencialmente infinito que poseemos. Luego, creer en su manifestación oportuna, sin abandonar en los momentos menos fáciles, en cada etapa de la existencia.

La segunda parte, es: percibir que estamos dotados de los mismos atributos divinos del Creador Universal, representados por los valores universales, soportes de los principios cósmicos y bases esenciales de: la ley cósmica.

Esos atributos divinos se encuentran plasmados en la propia conciencia, la cual es una réplica exacta de la de Dios. Es en ella donde se expresa la enseñanza divina de Dios: por medio del lenguaje de los sentimientos en análoga correspondencia con los valores universales, en su dualidad de polaridades. Por eso es que cada ser sabe, en su propia conciencia, lo que es junto o injusto, lo que es hermoso y lo que no lo es, que es el bien y el mal, sin que nadie tenga que decírselo y pese a desconocer todo tipo de legislación del derecho positivo. Es Dios que deja oír su voz en la conciencia como acción pedagógica. Él es el Pedagogo Universal. Su inspiración permite conocer el objetivo que nos toca realizar en el plan divino y la riqueza inherente, como salario cósmico.

Descubrir la propia conciencia, y los sentimientos inspirados por Dios dentro de ella, como guía, es la riqueza esencial. Para ello es necesario callar externamente, retraerse al interior, abstrayéndose del ego, y haciéndose sensible a la voz divina que orienta y asiste en todos los actos existenciales. Aún cuando parezca que todo está perdido, en los momentos menos fáciles, jamás se debe abandonar la confianza a pesar las apariencias en contra. Si persistimos, aceptando la realidad, como prueba de vida, sometiéndonos a la voluntad divina y aceptando que ese es el escenario correcto que Dios ha elegido para aportar la enseñanza necesaria de acuerdo al plan divino, emergerá la energía suficiente que habrá de conducirnos al nuevo orden que corresponda, en el esquema cósmico, de acuerdo a la propia suma existencial.

En la rueda del destino somos nosotros mismos, por nuestros actos precedentes, quienes hemos puesto en movimiento los acontecimientos que nos circundan por los pensamientos, por los sentimientos, por las palabras y por los actos,, cosechando de acuerdo con la siembra efectuada. Es la ley de acción y reacción, de causa y efecto, del karma y del vipaka, de la siembra y recogida. Todo este mecanismo es regido por la ley de afinidad, por la de justicia, por la de igualdad, por la de compensación, por la de bondad y por la del amor; esta última, síntesis de la ley cósmica.

La riqueza necesaria: encontrando el propio lugar en el mundo. De acuerdo a la suma existencial alcanzada por incontables ciclos de vidas, y de acuerdo a la ley de afinidad y las demás leyes cósmicas que les son inherentes, enunciadas en el parágrafo anterior, la vida va ubicando, a cada ser, en el orden que le corresponde en el concierto de todas las cosas. Allí, de acuerdo al plan divino, y a la ley del karma y la del vipaka, él encuentra el lugar su propio lugar, que deberá asumir, para realizar lo siguiente:

Primero: La cuota que le corresponde en la gran obra cósmica, de acuerdo al plan divino y a su propio nivel evolutivo.

Segundo: El aprendizaje que precisa, de los valores universales, para regir su acción creadora en el logro de esos objetivos existenciales, usando la energía o fuerza fundamental puesta a su disposición.

Tercero: Recibir la compensación de la cual es acreedor de sus incontables ciclos de vida anteriores.

Cuarto: Aportar la compensación que debe, también como consecuencia de esos innumerables ciclos de vida pasados.

Quinto: Recibir el salario cósmico por su trabajo realizado en cada etapa existencial.

Sexto: recibir las nuevas misiones de vida a las cuales se hace acreedor por sus avances evolutivos y mayor capacidad de hacer o de asunción de objetivos de mayor envergadura. A estas alturas, el ser está conciente de que, únicamente, podrá encontrar su lugar en el mundo, por medio del servicio en cualesquiera de las vertientes mencionadas y en muchas otras que se les irán haciendo claras, gradualmente.

La ley del servicio hace uso del grandioso principio de DAR, antes, para recibir. Es preciso sembrar para poder cosechar.

En este camino del dar y recibir, la vocación es la que va señalando el sentido direccional, ordenando la propia existencia.

La necesidad es la que expresa el grado de poder creador inherente a su satisfacción. La ley del karma y la del vipaka, establecen las prioridades esenciales de acuerdo a las cuales se irán abordando las tareas en base a su orden de importancia, o urgencia, ubicando cada cosa en su respectivo lugar y oportunidad.

Dentro de este bagaje existencial, la riqueza más importante es su propia mente, como parte de la mente universal, mediante la cual puede llevar a cabo cualquier objetivo que sea capaz de concebir, asumiéndolo como propósito, enunciándolo por escrito, y estableciendo el tiempo máximo dentro del cual debe ser plasmado como resultado satisfactorio, en el mejor o en el menos favorable de los casos.

Los recursos necesarios más importantes, los constituyen las ideas; éstas, tienen fuerzas de atracción y de repulsión, atraen a los elementos coadyuvantes y repelen los contrarios. Son las semillas de todas las realizaciones. Teniendo las ideas claras de los objetivos que se desean realizar, se tiene el recurso más importante. Lo demás vendrá por añadidura, ya que todo proyecto forma parte de la ley de la oferta y de la demanda. Toda oferta crea su propia demanda y toda demanda, su propia oferta, de acuerdo a la Ley de Say.

Las ideas como semillas, sembradas y sostenidas en la propia mente, -tierra cósmica-, que forma parte de la mente universal, -la del Creador-, atraen a las sustancias –elementos esenciales- que habrán de coadyuvar a su desarrollo. Esas ideas, y sus logros inherentes, formarán parte de la ley de la demanda y de la oferta cósmica.

Toda semilla sembrada en la tierra adecuada, regándola durante el tiempo que sea preciso, oportunamente germinará, dando los frutos, las flores o la madera, o cualesquiera sean los resultados apetecidos, según la especie. Quién lo duda?

Dominando el mecanismo de las ideas, de su siembra como semillas, de la programación de los resultados apetecidos, enunciándolos por escrito, en un plan de acción realista, exigente, que implique un reto, para generar motivación suficiente, y alcanzable, en el espacio y en el tiempo adecuados, que justifiquen el esfuerzo de su puesta en practica, se habrá dado el primer paso. Asumiendo los objetivos como propósitos existenciales, que serán visualizados en la pantalla mental, en la quietud interior del ser, como si ya estuviesen alcanzados satisfactoriamente, constituye el segundo. Luego, poner manos a las obras, haciendo la parte que a cada quien le corresponda, y permitiendo que Dios, haga la suya, sin obstaculizarle su acción coadyuvadora: el tercero.

La fuerza fundamental de Dios, actuando por medio del propio ser, oportunamente, realiza todas las obras esenciales que deber ser logradas, en el espacio y en el tiempo, definidos.

Tienes el poder; haz la obra que te corresponda de acuerdo con el plan divino y tendrás lo que mereces. la riqueza, en sus diversas vertientes de: mayor, esencial y necesaria, en calidad de salario cósmico.

Adelante.





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