ANTONIO SPINETTI DINI:
EL POETA Y SU OBRA
1970
©GIUSEPPE ISGRÓ C.
El poeta Antonio Spinetti Dini, nació en San
Piero in Campo, Isla de Elba, Italia, el 20 de marzo de 1900. Llegó a Venezuela
a la edad de cuatro años. Vivió en Ejido, Estado Mérida, hasta el año de 1931,
a partir de cuya fecha y desde entonces, residenciará en Mérida. Es en esta hermosa
ciudad andina en donde Spinetti Dini realizará su obra literaria más
importante.
Tonino,
tal como les llamaban sus amigos, desde niño se destacó por sus excelentes
cualidades literarias. Fue, conjuntamente con Mariano Picón Salas, líder
literario, en las actividades culturales de su época escolar.
A los 17
años, Spinetti Dini, dirigía ya el periódico El Civismo; a los 19 años, la
revista Azul. Realizó su primera selección poética a los 18 años, a la cual
intituló “Breviario Galante y Rebelde”, que prologara quien luego sería su
amigo de toda la vida: Mariano Picón Salas, el más continental de los
escritores venezolano del siglo XX..
Fue en la
ciudad de Mérida, donde Spinetti Dini publicó su primer libro, a los 34 años,
con el título “La Palabra al Viento”, en el que selecciona su obra poética
hasta entonces.
Seguidamente, publicó el poemario intitulado
“Hambre”, sobre el que su amigo, Mariano Picón Salas, emitió el siguiente
comentario: -“Hambre, refleja como pocos libros, la creadora angustia que
entonces sacudía el alma venezolana. Los sustantivos que fijarán la frustración
y el atraso de nuestro pueblo durante aquel régimen fueron palabras “Tabú”. La
retórica había proyectado un velo de complicidad sobre las circunstancias
autóctonas. Durante casi seis lustros la literatura criolla se había nutrido de
mentiras o debió decir su verdad como en el gran símbolo de “Doña Bárbara” y de
las “Memorias” de Pocaterra, trasladándose a comarcas lejanas. Como casi todos
los libros que se escribieron en los activos años de 1936-1937, “Hambre”
emprendía una áspera cura de veracidad. Si había en la llamada poesía
“comprometida” de entonces mucho de cartel de propaganda y de fórmulas que
pasaban de los más simplistas folletos revolucionarios a los versos que se
esgrimían como consignas, Spinetti Dini agregaba a esa corriente su testimonio
personalísimo. Él no habla de un dolor campesino en abstracto, sino del muy
concreto de los labriegos de los Andes que ha contemplado cada día. Y el nuevo
reino que parece invocar no es el del jacobino libresco y fanático que se
siente despiadado ejecutor de la verdad, sino de quien, antes de toda teoría y
de todo dogma, pone la ternura humana; su amor por el hombre y no sólo por el
partidario. Como escritor y artista, él también prefería “convencer” a
“vencer”. El gran cambio que necesitábamos conseguir los venezolanos debía
comenzar en nuestra conciencia. Y la emoción de su palabra se correspondía con
su limpia conducta. Su pasión de cultura, su desprendimiento y nobleza moral,
le había ganado sitio de amor y unánime respeto entre las gentes de la
Cordillera. Limpiaba cada día más sus versos para que fueran más auténticos y
veraces para que en ellos cupiera la fe de un hombre que entre todos los
contradictorios caminos que depara el mundo había elegido el que conduce a la
filantropía y a la verdad”-.
Es
importante destacar, por su contenido, una pequeña obra de juventud, que
Spinetti Dini publicó en 1918, el cual contiene 18 sonetos.
Spinetti
Dini, en Mérida fue redactor del periódico El Bolivariano y dirigió el Diario
El Pueblo, así como la Revista Indo-América.
Spinetti
Dini fue miembro activo de la Asociación de Escritores Venezolanos, del Ateneo
de Caracas, de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos, de Cuba, del
Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana, de California, y del
Interamerican Bibliographie and Library Society, de Washington.
Spinetti
Dini vivió una vida intensa. Su carrera de hombre terminó cuando alcanzaba
pleno apogeo y los ideales florecían alcanzando esperados éxitos. Desencarnó el
26 de noviembre de 1941. Su recuerdo
permanecerá siempre vivo en todos aquellos que conocen su obra y su
trayectoria.
En el año
2007 conocí a una nieta y a un bisnieto del poeta Spinetti Dini, en la ciudad
de Lechería, Venezuela, quienes por esos días viajarían a la ciudad de Mérida,
para asistir a un acto en el cual la Alcaldía de Mérida iba a rendirle un
homenaje al ilustre poeta. El presente artículo es un breve ensayo de juventud
que escribí en agosto de 1970, pero
vigente, aún, a los efectos de rendir homenaje a este ilustre poeta.
Del Poemario “Hambre” (1934-1937).
Sobre un camino de siglos
los hombres pasan hambrientos.
Justicia y amor no han sido
sino palabras y sueños.
Hambrientos pasan los hombres
por el camino del tiempo.
Y el grito de ayer fue ¡Hambre!
y, ¡Hambre! es hoy el grito nuevo.
Hambrientos pasan los hombres
por el camino del tiempo.
Y sin saber para qué,
un día se lo llevaron.
Por qué partía, no se supo.
Ni para dónde ni cuándo.
No se supo ni lo que hacía.
Dejó todo abandonado.
(Hijos, mujer y conucos.
Todo lo que era un pedazo,
y quizá el más profundo,
de su vida. Vida ingenua
del peón de nuestros campos.)
-Fuente humilde. Oscuro músculo.
Savia pobre. Y, sin embargo,
qué fuera de la ciudad
si no tuviésemos campos.
y, sin saber para qué,
un día se lo llevaron.
Del poemario: “La Palabra al Viento”. (1934).
Lanzo a los vientos mi palabra;
-Tal vez mi palabra mejor-
Los vientos se la llevan, hacia Oriente,
Occidente,
Sur y Septentrión.
En ella va el suspiro que pugna ser grito
de rebeldía y de conminación;
la voz reveladora del hecho inaudito,
y la voz penumbrosa de la resignación.
¿Y
por qué no resignación? La tierra
es
floja y débil, sólo somos barro, Señor.
A veces la palabra tiene trémolos
de canciones de ayer y de hoy.
-Ruiseñores y lunas de antaño,
guitarras de antiguo son.
Del poemario Inédito. (1926).
Un día, un día te podré decir lo que no te he
dicho nunca.
Lo que nunca he podido decirte,
ni cuando íbamos juntos por los prados dorados
de aurora
y crepúsculo ,
ni cuando sonreías entre un nimbo de lágrimas
al verso todo sumergido en un gran mar de
sombra.
Levántate, muchacha,
que quiero ver cómo amanece en tus ojos,
después de la noche tan dulce.
Levántate, muchacha.
Quiero ver si el sol
y la brisa y el efluvio matinal,
saben acariciarte como yo.
Levántate, muchacha,
que quiero ver como amanece en tus ojos.
Qué frescos y ligeros nos sentimos.
Y cómo es sabroso correr y saltar,
igual que cuando éramos pequeños,
sobre la hierba aún empapada de rocío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario