Obra del pintor Miguel José Isgró Bravo
-España 2012-
EL BARCO, EL
CAPITÁN
Y ALGUNAS
IDEAS TOMADAS AL VUELO
©Giuseppe
Isgró C.
El barco debe ser conducido
tomando firme el timón entre las manos. No puede dejarse vapulear por cualquier
viento, o ráfaga, sino que debe disponer las velas de manera que le conduzcan a
un puerto claramente prefijado, o a uno alterno, en caso de circunstancias que
aconsejen que así se haga.
Nadie puede ayudar a quien no
desea ser ayudado, o no tiene conciencia de precisar dicha ayuda. Cuando la
persona que ha contratado tus servicios no sabe lo que desea, y no se deja
ayudar dándote toda la información cierta, y pertinente, para hacer un análisis
y establecer los objetivos que deben ser alcanzados de mutuo acuerdo, mediante
un mandato otorgado por escrito, se debe abandonar el caso, dejando de hacer
trato con dicho prospecto.
Decía Séneca, -parafraseado-: -“Cuando el capitán no
tiene claro el puerto de destino al cual quiere llegar, ningún viento le será
favorable.
Cuando hay dos capitanes al frente
de una nave, o aeronave, si surge alguna eventualidad, el de menor experiencia
debe dejar el mando al más veterano. Igual proceder debe seguir el más lúcido
cuando la otra parte tiene ideas divergentes sobre lo que hay que hacer. Es
preciso dejar que cada persona ejerza su derecho de libertad para decidir, que
le ha otorgado la naturaleza de las cosas.
Algunas personas lo único que
desean es utilizar el buen nombre de los demás en su propio beneficio, más allá
de lo que las mismas personas harían para sí. Es preciso dejar de entrar en
trato con tales personas, o calibrar bien los riesgos, tomando las debidas
precauciones para que no sea perjudicado el propio nombre.
Hay personas de óptima
reputación personal, o profesional, con quienes es lícito entrar en
negociaciones o tratos. Empero, siempre hay que pagarle los honorarios justos
por sus servicios, o es preferible dejar de utilizar los mismos. Lo mismo
acontece cuando presta los servicios la propia persona: Es preciso cobrar los
honorarios justos, o dejar de asumir el compromiso,
Hoy en día la gente prefiere
pagar a un buen abogado para redactarle un documento de compra venta o de otra
índole. Antes, la gente buscaba a su sobrino, o a un amigo recién graduado para
ello porque le exoneraba los honorarios, o le cobraba poco. Pero, lo barato
sale caro, cuando quien realiza el trabajo no está debidamente calificado. No
se puede obtener con poco, mucho.
Cuando la otra parte, en una
negociación, da señales de escasa seriedad en los detalles de poca monta, igual
conducta seguirá cuando se trate de cosas de mayor envergadura. Por ende, es
preferible dejar de hacer trato con tales personas.
Cuando una persona hablando con
otra por teléfono, al entrar en una oficina pública, interrumpe la conversación
diciendo que está entrando en el Registro Público y alguien le está indicando
que debe apagar el teléfono, sin ser verdad, denota que la persona no es veraz.
Dijo algo que no es verdad sin necesidad. Era suficiente decir que le llamaría
más tarde o, por ejemplo: -Déjeme pensarlo y te llamo. La persona que no es vez
en cosas insignificantes, tampoco lo será en las más serias. Moraleja: Para que
la propia credibilidad pueda consolidarse, debe la persona ser siempre veraz,
aun en contra de sus propios intereses. Siempre derivará un beneficio mayor
quien dice la verdad, aun cuando aparentemente pierda.
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