LA DIOSA FORTUNA
©Giuseppe Isgró C.
Un hombre clamaba a la Diosa Fortuna para que se
le presentase y le proveyese de cuantioso bienes y tesoros. Cierto día, en una
plaza, se topó con una anciana que le causó una sensación poco agradable y a
algún requerimiento de ella, le trató con indiferencia y descortesía. Trató de
alejarse de ella, con rápido paso.
Ella le interpela, diciéndole: -“Por qué te
alejas, hombre, si te la pasa llamándome. Aquí estoy para cumplir todos tus
deseos”.
Y, aquel hombre, indignado, le insta a que se
retire, diciéndole que él no le conocía y que jamás le había visto.
La noble anciana le dijo: -“No te preocupes
hombre; ya me voy. Pero no sigas llamándome, que yo suelo atender el
requerimiento de todo ser que a mí acude”-.
El hombre insiste: -“Vete mujer, vete, que a ti
no te conozco ni quiero conocerte”-. En un ademán despectivo, se da media
vuelta y emprende la retirada.
Al rato se voltea para ver si la anciana se
había ido, y en su lugar ve a una hermosa y radiante mujer, vestida de
riquísimo atuendo. Al instante el hombre se le acerca y le dice: -“Gracias por
escuchar mi llamado, oh Diosa Fortuna.
Entonces, la Diosa Fortuna, le dice: -Cómo,
ahora me buscas, cuando haces apenas unos instantes me aborreciste?
-No, Diosa, no he sido yo, es la primera vez que
te veo, -le responde el hombre-.
Oh, ser ingrato, -le dice la Diosa-, yo tengo
múltiples caras, tantas como seres existen en el inmenso universo, y me
presento a cada persona con el ropaje y las circunstancias que contienen los
tesoros que él, o ella, me solicita. Pero, tú, al igual que muchos de los de tu
especie humana, me has rechazado guiándote por las apariencias. Dejaste de ver
la hermosura de mí Espíritu y los dones que te traía, sin ser capaz de ver más
allá de mi ropaje exterior. Éste, hermoso o no, nada significa, más allá de la
riqueza espiritual del ser.
-Ahora, -continúa la Diosa-, tendrás que seguir
clamando hasta que hagas méritos, y yo vuelva a visitarte, con la indumentaria
que corresponda a los nuevos dones que me pedirás. Envolveré estos tesoros bajo
apariencias adversas para estimular tu capacidad de percepción hasta que seas
capaz de ver que las preciadas riquezas que tu anhelas, vienen encerradas
dentro de las situaciones por resolver que todos creen que a otros tocan,
sacándole el cuerpo. Pocos se dan cuenta de que ellos, al percatarse de que
alguien debe resolverlas, ese alguien, generalmente, es la misma persona que lo
percibe. Si asume el reto, una vez culminada la meta, encontrará la riqueza
equivalente que la situación, en sí, encerraba.
El hombre de nuestro cuento se percató de la
lección que el hecho le presentaba.
El cuento permite ver que esa es la manera como
actúa Dios.
Adelante.
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