PERCEPCIONES
DE VIDAS ANTERIORES
©GIUSEPPE ISGRÓ
C.
El
ser humano, cuando nace en cada nueva existencia, trae de vidas anteriores, en
su espíritu, la aptitud, consistente en la capacidad de hacer o dejar de hacer,
y la de comprender, hasta donde alcance el grado evolutivo en el último ciclo
de vida.
El
nuevo ser no recuerda, a nivel objetivo, salvo excepciones, nada que no haya
sido aprendido en este ciclo de vida y percibido por los cinco sentidos
físicos, más las deducciones e inducciones lógicas que desde los primeros años
realiza el ser.
El
alma, que constituye el enlace entre el cuerpo y el espíritu, contiene el
archivo espiritual donde se encuentran registrados todos los actos,
pensamientos y experiencias como historia de vida; pero el resultado de ese
cúmulo de experiencias, en el espíritu, se refleja como aptitud y actitud,
visión y capacidad de ser, hacer y dejar de hacer.
Ahora
bien, -¿es verdad que no recuerda nada el nuevo ser de sus vidas pasadas?
Durante
los primeros tres años, el nuevo ser recuerda todo de su vida pasada, al igual que
un adulto lo hace con lo que le aconteció desde que tiene el uso de la razón.
Empero, el niño no puede hablar, contando todo lo que recuerda. De poder
hacerlo, sería terrible para todos los involucrados, por los secretos que
revelaría, capaces de crear traumas al permitir conocer no solamente los casos
buenos sino las lacras que se puedan arrastrar y las pruebas de vida que viene
a afrontar, que nadie, en condiciones normales, sería capaz de soportar su conocimiento a priori.
Algunos podrían ser enemigos de los padres o de otros miembros de la familia y
conocer esos detalles constituiría una carga innecesaria.
Esa
es la razón por la cual la naturaleza, por bondad divina, evita que el niño
pueda hablar hasta determinada edad y hay casos en que esa capacidad de hablar
se retarda aún más allá de lo normal.
Pese
a todo, esos recuerdos que el niño rememora, quedan registrados en su actual
archivo mental, ese es el motivo por el cual la persona experimenta la
sensación de haber vivido siempre
y se representa, mentalmente, un conocimiento histórico que trasciende los
límites del presente ciclo de vida, conociendo, generalmente, mucho más de lo
que nadie le enseñó y pese a eso no se da cuenta de que sabe más de lo que
nadie le ha enseñado.
Además,
en los primeros años de vida, el niño se actualiza, poniéndose al día con lo
que dejó de aprender a nivel objetivo desde la desencarnación en el ciclo de
vida anterior, a lo cual se suma la experiencia adquirida en la dimensión
espiritual, entre vidas.
En
torno a los siete años el niño se habrá nivelado y puesto al día y ya alrededor
de los diez y ocho años se encuentra a un nivel óptimo como si nunca hubiese
interrumpido ningún ciclo de vida, a nivel de aptitud, es decir: capacidad de
ser, hacer o dejar de hacer, traducido esto como visión de vida y actitud,
reflejado todo en el carácter de la persona.
A
través de las proyecciones espirituales, de la estadía en la dimensión
espiritual durante el sueño, de los períodos de meditación y los de relajación,
permiten la UNIFICACIÓN DE LA CONCIENCIA, facilitando que cada ser sepa, en un
momento dado, mucho más de lo que realmente aprendió en el presente ciclo de
vida.
A
esto se suma el conocimiento percibido mediante la intuición y la inspiración,
entre otras inmensas facultades espirituales que posee el ser humano y cada uno
de los integrantes de los cuatro reinos naturales.
Adelante.
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