LA
SENDA NOBLE DE LA PALABRA
©Giuseppe
Isgró C.
Sidharta Gautama, Sakyamuni,
tuvo la genial percepción de estructurar el Noble Sendero Óctuple, como
disciplina mental para transmutar los deseos negativos en positivos. De esta
manera, el estado de insatisfacción se transforma en uno de felicidad y de
iluminación, o lucidez espiritual.
La tercera noble vertiente, es
la recta palabra. Para emitirla, es preciso, antes, tener correctas opiniones y
rectos propósitos. De esta manera, es posible comunicarse por objetivos y
resultados. Es decir, con un fin determinado.
En toda conversación es
necesario centrarse en los resultados que se buscan alcanzar, de acuerdo con los
propósitos. Los objetivos definen la intención de ambos interlocutores, y es
necesario compenetrarse de ella para saber a qué atenerse.
Para formarse una recta
opinión, y así expresar rectas palabras, se requiere enmarcar la conversación
dentro de los parámetros de los valores universales o atributos divinos esenciales:
El amor, la prudencia, la sabiduría, la justicia, la compensación, la igualdad,
la fortaleza, la templanza y la belleza.
Tanto el uno como el otro
interlocutor, al intercambiar contenidos mentales buscan efectuar una toma de
decisión para satisfacer una necesidad, o alcanzar un objetivo. El primero para
restablecer el equilibrio preexistente; el segundo, para lograr el cambio
anhelado que permita ir más allá de adonde nos encontrábamos.
Dominando el proceso de la toma
de decisión y el método científico de resolución de situaciones, es factible
determinar las etapas mentales del interlocutor para orientar la elección del
curso de acción del interlocutor. Igualmente, orientan los criterios cuyos
parámetros permiten identificar los propios cursos de acciones a elegir.
Es decir, mediante la justa
palabra, buscamos realizar el qué, el cómo, el quién, el cuándo, el dónde, el
cuánto y el por qué.
Sidharta Gautama sugería cuatro
elementos dignos de tomar en cuenta, al aplicar las rectas palabras a los
resultados apetecidos en la comunicación de contenidos mentales.
El primero de los cuatro, es:
Jamás decir mentiras; siempre decir la verdad. La verdad es el valor que
permite mantener la credibilidad y le otorga valor a la propia palabra. La
persona vale tanto como su palabra empeñada, y cumplida.
El segundo elemento que es
preciso evitar, es la chismería. El chisme suele ser nocivo tanto para aquel
hacia quien se aplica, como para el que lo emite. Se puede efectuar un
perjuicio en la imagen ajena por la cual, en tiempo certero, se deberá efectuar
la respectiva compensación.
El tercer elemento que debe
evitarse es la grosería en el propio léxico. Ésta afecta la imagen de la propia
dignidad. Las damas precisan, en mayor grado, conservar una conducta decorosa.
Muchas jovencitas, y damas de todos los niveles, suelen expresar groserías, con
naturalidad, que aún un gran número de hombres no se atreverían ni remotamente
pronunciar. Las groserías en el propio repertorio verbal le impregnan rasgos de
vulgaridad a la personalidad de cualquier ser humano.
El cuarto elemento que se
sugiere evitar, es el de las conversaciones banales, basándose
en cosas superficiales y en hechos de aparente importancia y sin trascendencia alguna.
Es preciso trascender las
apariencias e ir al meollo esencial del asunto a tratar.
Hay que ver la realidad más
allá de las apariencias, tanto por la lógica inductiva y la deductiva, como por
la intuición y la inspiración que facilitan ver las cosas desde una perspectiva
integral y realista; objetiva y subjetivamente.
A nadie le gusta ser criticado; de nada sirve criticar a ninguna persona, ya que se pondría a la defensiva,
inhibiendo la libertad de comunicación, y por ende, ahuyentando los resultados
apetecidos.
Dentro de las rectas palabras,
es preciso evitar, también, conversaciones negativas, en las cuales, uno de
los interlocutores da informaciones de algo malo que le ha ocurrido a determinada
persona, y luego, por asociación magnética de ideas, van surgiendo otros otros
recuerdos análogos, creando un campo de fuerza que es preciso evitar. Hay que
atajar, con buen tacto, a la otra persona, diciéndole: -“Háblame de todo lo
bueno que sepa de los demás, nada malo”.
Benjamín Franklin, en cierta
ocasión, expresó: -“Hablaré de toda persona que conozco, únicamente, todo lo
bueno que sepa de ella, pero nada malo”-.
La base de las correctas
palabras son los rectos pensamientos y sentimientos; éstos activan a la ley de
atracción y crean las realidades tangibles en la vida de toda persona. Atraen
lo bueno; repelen lo contrario. También, son el soporte de las rectas y armoniosas
palabras, y de las rectas acciones, en todos los ámbitos existenciales.
Las palabras y los actos,
activan la rueda del destino, es decir: la ley del karma, y del vipaka, es decir: acción o reacción, o ley de causa y
efecto, que determina la siembra y la recogida.
El líder tiene en la recta
palabra el instrumento para transformarse en un catalizador social, capaz de
transmutar destinos inferiores en superiores, y en convertirse en paradigma inmortal,
tal como Alejandro Magno, Simón Bolívar, Andrés Bello, José Mazzini, José
Garibaldi, Mahatma Gandhi, Sidharta Gautama, Pitágoras, Platón, Plutarco, Confucio y tantos otros.
La recta palabra es, también,
el instrumento efectivo de la negociación en todos los ámbitos de la vida, de
los negocios y de las interrelaciones humanas. Es, sin duda alguna, el
instrumento de la paz, que evitan, o terminan guerras. Gente inexperta han sido
los causantes de incontables guerras.
Hábiles artífices de la palabra, han sido sembradores de las semillas de la paz, que tantas veces han dado excelente frutos.
Hábiles artífices de la palabra, han sido sembradores de las semillas de la paz, que tantas veces han dado excelente frutos.
El respeto a la opinión ajena,
es una manera de expresar la recta palabra, al decirle a alguien de quien no se
comparte su pensamiento sobre determinados particulares: -Respeto su opinión, aunque no la comparto en tales puntos de vista.
La expresión de gratitud, es un
elemento de la recta palabra para reconocer un servicio, una obra bien
ejecutada, un elogio, y cualquier acto que lo requiera. Por ejemplo: Gracias
por su amistad; gracias por su ayuda; gracias por venir; gracias por
comprender; gracias, simplemente. Gracias, es la palabra mágica que abre todas
las conciencias y es la forma más simple y económica de salario cósmico.
Al final de una conferencia,
expresarle al orador la gratitud y felicitarle por las excelencias demostradas.
Una sonrisa, el silencio, una
mirada, una breve nota de gratitud, un gesto, un toque en el hombro o en la
espalda, entre otros particulares, forman parte de la recta comunicación, ya
que la palabra tiene muchos matices, vertientes y variantes: verbal, escrita, a
través de símbolos, o del afecto, del entusiasmo, de la persistencia, del trabajo
bien hecho, del salario justo, de una negativa bien aplicada.
El no, cuando es preciso
expresarlo, es una forma de la recta palabra, para liberarse de compromisos
innecesarios, o que no se desean asumir. En un mundo en que tantas personas se
exceden de tantas y variadas formas abusando del tiempo ajeno, o manipulando
situaciones, o imágenes, el “no” expresado a tiempo, es una forma efectiva de
auto-liberación. Pero, el sí, cuando es preciso expresarlo para asumir el
compromiso del propio deber, debe serlo en el acto.
La recta palabra se expresa
solicitando el perdón, o las excusas por un error, asumiendo, al mismo tiempo,
la responsabilidad inherente, u otorgando el perdón, o disculpando, si tal es
el caso.
La palabra debe ser un elemento
de enlace, de armonía, de unión, de amistad y de la fraternidad universal. Debe
expresar apoyo y solidaridad. Debe transmutar estados de ánimos para transformar
los caracteres endebles en fuertes, positivamente.
La recta palabra debe reflejar
la belleza interior, el sosiego, el autodominio, la serenidad, la fortaleza, la
concordia y la armonía. El verbo debe ser expresado pulcramente. La energía del
mismo debe administrase mediante el silencio.
Adelante.
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